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Mitos y realidades de la vida de los Hermanos


Una familia algo distinta: La vida de un Hermano vista desde adentro

¿Cómo viven? ¿Cómo es su casa? ¿Se hablaran ahí adentro? ¿Qué y cómo comen? ¿Están todo el tiempo rezando? Estas son algunas de las muchas preguntas que se hace un alumno de secundaria al no tener conocimiento de la vida de un Hermano.

He escuchado hablar no sólo de teorías en las cuales viven en un mundo de silencio y oración en el que no se relacionan, hasta que habitan en una casa llena pasadizos secretos y túneles que incluso se conectan con colegios aledaños. Se arman “leyendas y mitos” que se van trasmitiendo entre cada alumno, de año a año.

Tuve la posibilidad de compartir la vida de los hermanos varias veces, estar una semana conviviendo con ellos, desmentir todo mito formulado alrededor de ello y profundizar mi fe. Experimentar que viven como vos, como yo, como cualquier otra persona en su casa, con su familia.

Es verdad la comunidad de hermanos, no es una familia común y corriente, es algo distinta, pero ¿qué familia no lo es? ¿Acaso hay familias que sean iguales? Y dentro de cada familia, ¿hay personas iguales? Su familia es la comunidad de hermanos, comunidad con la cual comparten su vida fuera y dentro del trabajo.

Pude descubrir una comunidad que se realiza a través del compartir de la fe, la vocación y la dedicación a sus alumnos. Personas distintas que se unen en una misma fe, haciéndose hermanos.

Como Dios es comunidad a través de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), invita al hombre a que se realice en comunidad a través de la Iglesia: “una comunidad de comunidades”. Al ser humano a veces le cuesta compartir pero es necesario; no compartir nuestra vida y nuestros bienes nos conduce a un aislamiento. El compartir se ve en muchos aspectos en esa “casa misteriosa” de la cual no mucho se sabe, el compartir desde una oración hasta una cena, el compartir como darse al otro aunque sea distinto.

La comunión es unión en la diversidad, así como en la Trinidad son tres personas distintas de la misma naturaleza, veo cómo en una comunidad son personas distintas con una misma fe que los une, ya que cada persona es única y tiene una identidad personal que los hace ser a cada uno, porque, como pasa con la Trinidad, los hombres somos también por el otro, que nos complementa siendo más perfecto que “ser aisladamente”, ya que sólo en la relación interpersonal es donde crecemos como personas. Esta comunión se puede notar en la comunidad de los hermanos que viven en comunión y en comunidad como cualquier familia.

Uno de los “mitos” que frecuentan en los colegios es que estos en el horario que no están trabajando están en una especie de voto de silencio por el cual sólo pueden orar o deben hacer todos lo mismo en su tiempo libre. Por supuesto esto es equivoco. Como en cualquier familia todos tienen distintas actividades, ya sea el trabajo, hacer ejercicio, o cualquier otro tipo de espacio o actividad personal.

Claro está que la oración diaria está presente en esta vida comunitaria y ocupa un lugar primordial en el compartir durante el día. Los hermanos se levantan con una oración en la mañana, oración que es compartida y tiene su momento personal, oración que los impulsa y los acompaña por el resto de la jornada. Ésta, a mi criterio, es la primera acción del día que los une como comunidad.

¿Qué mejor que recibir a Cristo resucitado todos los días? La oración de la mañana finaliza con la Santa Misa, donde tienen la satisfacción de recibir la Eucaristía día a día, a Cristo que los acompaña en su labor y vocación. Al finalizar la tarde, otra oración para despedir el día antes de la cena.

Todas oraciones en comunidad donde la intención del otro se hace propia, donde comparten como una verdadera familia sus intenciones y donde hay una entrega al otro; al estar presente se puede notar que todos los días rezan por sus alumnos, las familias y los docentes de estos.

Al leer todo esto uno debe imaginarse que no descansan, ¡que deben estar rezando muchísimas horas por día! Pues no es así, cada espacio tiene su horario y su tiempo los cuales son respetados y organizan esta vida comunitaria.

Los momentos de desayuno, almuerzo y cena, vale decir con comidas como uno come en su casa, son momentos de compartir la vida desde otros aspectos, a veces resulta imposible dejar las charlas de trabajo de lado, pero se ve cómo comparten su vida con conversaciones que van desde opinar de temas actuales hasta anécdotas y chistes, es decir, como en cualquier familia.

En mi experiencia personal pude notar como cada “mito” que paseaba por los pasillos del colegio se desmentía, descubrir cómo era la oración en comunidad, salir con la satisfacción de que todos los días hay alguien que esta orando por vos, experimentar el compartir de la comunidad en cada momento como una entrega mutua al otro y a Cristo. Aumento mi fe al experimentar esta vida, viendo como otros entregan su vida por el prójimo, ya sea desde la oración, desde la acción del educar o desde compartir la vida misma. En mis visitas, al igual que las personas que me acompañaron, me sentí muy bien atendido y cuidado, termino muy agradecido por toda su atención y por abrir las puertas de su casa y compartir su vida como si fuera uno más de su comunidad, como si fuera uno más de su familia.

Pude ver como esta familia especial, una comunidad de hermanos, vive muy parecido a cualquier otra, una familia distinta, tan distinta como la tuya o la mía, unidos no por un lazo de sangre, sino que por la fraternidad en Cristo.

Gracias a todos lo Hermanos por abrirme sus puertas.

Agustín Dicundo

(exalumno del Colegio Manuel Belgrano de Temperley)

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