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Día de la Vida Consagrada


Todos los católicos hemos sido “consagrados a Dios” por medio del Bautismo y nuestra vida es un seguimiento de Cristo como discípulos-misioneros, bajo la guía del Espíritu Santo.

Sin embargo, hay personas que por una invitación especial de Dios, se proponen seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios por encima de todo y procurar que toda su vida esté al servicio del Reino. Esto es lo que se llama en la Iglesia católica la “Vida Consagrada”. Las personas que asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada viven los “consejos evangélicos” de pobreza, castidad y obediencia. Se les llama consejos evangélicos porque fueron predicados por Cristo en el evangelio y aparecen como una invitación para seguir más de cerca el camino que Él recorrió en su vida. Si bien todos los católicos estamos llamados a vivir estos tres consejos, la persona consagrada lo hace de una manera más radical:


  • La pobreza implica hacer como Jesús y no apegarse a nada, poseer todo en común y elegir siempre el Reino de Dios, que es el único tesoro.


  • La castidad significa no formar una familia propia, sino amar como lo hizo Jesús: con un amor universal, con un corazón abierto a todos.


  • La obediencia es ser obedientes como Jesús al Padre, para que Dios disponga de la vida del consagrado en la tarea y lugar que sea más necesario.

Las personas consagradas a Dios pueden vivir su consagración de muy diversas formas y así vemos como a lo largo de la historia de la Iglesia la vida consagrada asume diversidad de formas. Las hay de aquellos que se dedican a la oración y a la contemplación en un lugar apartado de toda civilización. Hay quienes inmersos en el mundo, viven su consagración entre las más diversas actividades de la vida diaria.