Andrés Coindre y Hno. Policarpo: Iguales y diferentes
El 9 de enero se conmemora un nuevo aniversario del fallecimiento del Venerable Hermano Policarpo, en este caso el 159º. Por haber sido el primer Hermano en ocupar el cargo de superior general del Instituto y por su relevancia en nuestra historia y en nuestra misma existencia como comunidad, merece ser recordado. Tal fue su importancia a los ojos de sus contemporáneos que, tras su fallecimiento, se le concedió el título honorífico de “segundo fundador del Instituto”. Si así lo vieron quienes vivieron con él ¿cómo vamos a negarlo nosotros?
Debido a esta importancia que tuvo en la “época de oro” del Instituto y también a la trágica muerte del padre Andrés Coindre, el Fundador, durante mucho tiempo se le dio al Hno. Policarpo un realce tal que eclipsaba a todas las demás figuras que intervinieron en nuestros orígenes, el Fundador incluido.
El Capítulo General del año 2000, al hacer una revisión de las intuiciones fundamentales de Andrés Coindre, logró “restituir” a nuestro Fundador en el lugar que le correspondía, como persona inspirada por Dios para regalar un nuevo carisma a la Iglesia y al mundo. Sin embargo, sería un error considerar que ambas figuras “compiten” entre sí. Es maravilloso contemplar como, por el contrario, son figuras absolutamente complementarias. Es como si el Espíritu Santo hubiera querido donarnos una única gracia, pero lo hubiera hecho en dos partes, a modo de rompecabezas que nosotros tenemos que unir.

Ambas figuras coinciden en lo esencial:
Una inquebrantable confianza en el amor de Jesús, representado en el Sagrado Corazón. Esta fe se expresaba también como una conciencia de estar en manos de la Divina Providencia, que los amparaba aun en las situaciones más desesperadas.
Un deseo de entregar su vida plenamente a ese Dios que les amaba, sin tener miedo a comprometer incluso su patrimonio y su futuro. La docilidad a los planes de Dios estaba siempre por encima de cualquier deseo personal.
Una opción por la educación de los niños y jóvenes más necesitados como medio concreto para extender el Evangelio y transformar la realidad de las personas. El Reino de Dios no era para ellos algo teórico sino que, mientras anhelaban su instauración definitiva, se comprometían con su realización ya en esta tierra.
Una decisión de trabajar con otros, en comunidad, en Iglesia. Andrés formó parte primero de una sociedad de sacerdotes misioneros, luego buscó la colaboración de laicos en sus providencias (hogares para jóvenes) y, finalmente, fundó congregaciones religiosas. Policarpo, por su parte, buscó siempre educar en comunidad y desde la comunidad, su principal preocupación como superior general fue la santidad de sus hermanos.
Una capacidad para organizar. Es diferente pensar en una obra o apostolado personal, que en uno comunitario. Tanto Andrés Coindre como el Hno. Policarpo tuvieron dotes para la organización. Esto implica ser capaz de tener una visión general, prever, enfrentar dificultades, inspirar a otros y ser capaces de tomar decisiones, a veces difíciles.
Entonces, ¿cuáles son las características propias del Hno. Policarpo? ¿Qué podemos destacar de su figura para comprender su importancia y su complementariedad con el F