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Una reflexión sobre el escudo del Instituto


Al considerar el escudo del Instituto, con el corazón de Jesús sangrando sobre el mundo, reconocemos en éste un símbolo de otra era que todavía tiene un significado profundo en la actualidad.

Para mí otra imagen de Jesús se enlaza con la de nuestro escudo: Hace años, en mi primera visita a Roma, me encontré con la imagen del Sagrado Corazón que cuelga en la Iglesia del Gesù. En esa imagen, Jesús extiende su corazón en su mano, ofreciéndolo a todos los que lo aceptan, ofreciéndose a sí mismo. Entonces, el corazón en el escudo, en lugar de estar separado de la persona de Jesús, es en gran medida la persona de Jesús que se nos ofrece a sí mismo, que nos ofrece su corazón por amor al mundo.

De manera similar, la Regla señala que "[Jesús] derrama su amor que debe

fluir a través de nosotros hacia los demás". El corazón herido y abierto de Cristo es el símbolo del don total, del derramamiento de su amor que no tiene límite. Esas pocas gotas representadas en el escudo encarnan el "derramamiento" que trae el amor inimaginable de Dios para cada uno de nosotros. En ese momento, traspasado en la cruz, Jesús lo da todo, hasta la última gota de sangre para nosotros, sencilla y completamente por amor.

Supongo que si hay algo que quisiera cuestionar hoy, es el símbolo del mundo en la base del escudo. Cuando se creó el escudo, el Instituto estaba presente en unos pocos países, mientras que hoy nos encontramos en más de 30 países de todo el mundo. De alguna manera, me gustaría que fuera un globo terráqueo, en lugar de solo una parte del globo, para enfatizar que el amor de Dios es para todos y que nosotros estamos llamados a ser una fuente de ese amor entre nosotros y para el mundo. Espero que este símbolo del amor de Dios derramado indiscriminadamente en el mundo sea un desafío para todos y cada uno de nosotros. Más allá de la nacionalidad, más allá de ricos o pobres, más allá de la raza, más allá de ser jóvenes o viejos, creemos en el amor de Dios, lo vivimos plenamente en la comunidad, y lo difundimos tan indiscriminadamente así como Él lo hizo antes que nosotros.

Un símbolo y una historia paralelos para mí es el del sembrador en el evangelio.

Sabemos la historia, el sembrador sale y siembra, y su grano cae en todas partes: en suelo bueno, malo o irregular. Y, por lo general, nos explican que para el éxito de las semillas se necesita un suelo preparado y un buen cultivo. Creo que, de muchas maneras, el escudo nos cuenta la historia del sembrador. El sembrador no discrimina, siembra por todas partes. No hay juicio sobre dónde cae la semilla, o sobre su éxito. El sembrador intenta una y otra vez con la esperanza de que algo pueda surgir. Puede ser un terrible sembrador, pero es Dios, esperando, confiando, creyendo en nosotros y en lo que podemos ser.

Espero que el escudo, con la simplicidad y profundidad de sus símbolos, nos desafíe a ser como nuestro hermano Jesús, quien nos muestra el camino.

Hno. Mark Hilton S.C. (Superior General)

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