Encuentro fraterno con jóvenes en Villa Gral. Belgrano
Me llamo Justo Vilá, tengo 23 años y soy estudiante de ingeniería mecánica en Capital, aunque soy de Calamuchita, provincia de Córdoba. Siempre es un gusto poder compartir con los hermanos y los chicos que participan de los encuentros de febrero en Villa General Belgrano, para ir creciendo en el conocimiento de Dios y aprendiendo a vivir en fraternidad y comunidad.
Estos días pasados estuvimos profundizando sobre la vida fraterna mediante distintos pasajes bíblicos. Pudimos contemplar a María intercediendo en las bodas de Caná: ella nos enseña a escuchar a Jesús, ella es quien intercede por nosotros para que en nuestros corazones no se acabe el vino que es símbolo de la alegría, que nos permite vivir en fraternidad. Sin alegría vivir con los otros se vuelve casi imposible. Por eso, personalmente, me gusto volver a mirar a María y darme cuenta de la relevancia de su presencia en Juan 2, 2: “Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos”.
También fue bueno meditar el pasaje de los hermanos Caín y Abel. La acción de gracias de Abel permite la comunión con Dios y los hermanos, dejando de lado egoísmos, avaricias y resentimientos. Así descubrimos que en la entrega a los demás somos plenos. Caín, por su parte, se queda en sí mismo, en una actitud de reproche sin ver todo los Dios le ofrece y, por envidia, mata a su hermano Abel. Sin embargo, Dios no le niega su presencia, Él es fiel incluso frente a nuestras infidelidades y nos sigue llamando, nos invita a vivir en comunión con los demás.
Nadie se salva solo, necesitamos de la comunidad para poder darnos y para poder apoyarnos cuando la vida, a nivel espiritual y humano, se vuelve más cuesta arriba. Jesús por su parte nos invita: Él pasa y nos llama por nuestro nombre, respetando nuestra libertad. Así despierta nuestra inquietud: “Rabí, ¿dónde vives? Él les dijo, vengan y lo verán” (Jn 1, 38-39).
Por otra parte, con el Hermano Leonel estuvimos meditando el paso del Señor por nuestra vida, cómo ha sido la huella de Dios en el transcurso de estos años. Siempre es bueno pasar por el corazón y la cabeza cómo Dios me ha ido conduciendo por sus sendas, cómo, de a poco, va tallando la obra de sus manos. Con su providencia va poniendo fuertes pilares que son transparencia de Dios en mi vida y, al mismo tiempo, son sal y luz en este camino de retorno a la casa del Padre.
Hoy agradezco de manera especial a Dios por esta comunidad de los Hermanos del Sagrado Corazón. Rezo por ustedes y me encomiendo también a sus oraciones.
Justo Vilá
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