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¿Qué recuperamos con la presencialidad?

La frágil normalidad se vio transformada en pocos días. Una realidad inimaginable nos llevó a casa, a continuar de manera diferente, pero continuar. Nuevos recursos, propuestas impensadas para el aula y una formación digital acelerada en las tan nombradas nuevas tecnologías.


La novedad se fue agotando. Docentes y alumnos, seres sociales por naturaleza, comenzamos a extrañar nuestra menospreciada rutina: jornadas con cierta escasez de tecnología, pero colmadas de cercanía emocional, que es nuestro motor e impulso en el vínculo con el otro.


Se hizo esperar, pero la recuperamos… la presencialidad nos devolvió la esencia de nuestra l abor. Volver al aula fue mucho más que abrir las puertas de la escuela, fue abrir en cada uno de nosotros la posibilidad de re-vincularnos y revalorizar lo que allí sucede a diario. El silencio mutó en el más amigable de los bullicios. Hubo muchos abrazos contenidos y sonrisas tapadas por barbijos, pero delatadas por las miradas. Fue innegable el deseo de estar en nuestro lugar, de escucharnos, de contarnos vivencias, de pensar y compartir algo más.


Entre tantos encuentros el agradecimiento diario de las cosas más simples y sencillas, una oración compartida, comenzar nuestra jornada ofreciéndola con todo el corazón a Jesús… crea esos momentos únicos en los que las miradas hablan. Miradas que necesitan pedir con mucha fe por su familia, otras que desbordan de agradecimiento y otras que delatan paz interior. Recuperar cada mañana esa pausa y esas miradas amorosas nos colma de alegría.




En este reencuentro tenemos más certezas que dudas; necesitamos sentirnos cómodos, felices y seguros en el aula para poder involucrarnos de manera positiva en esta maravillosa aventura de crecer. Es nuestra misión, sin duda, hacer de este proceso una posibilidad de aprendizaje que nadie se niegue a aceptar, porque lo hacemos desde el alma, con pasión y comprensión.


Este curso, como desde hace doscientos años, abrir las puertas de nuestro colegio debe significar también abrir las puertas del corazón, darles a nuestros niños y jóvenes un lugar donde se sientan protegidos, escuchados y valorados tal como son.