Reflexiones del reencuentro: nuevos posicionamientos y acuerdos
Un denominador común, un hecho universal, es que la pandemia nos atravesó a todos al punto tal de que ya no es necesario definirla: todos sabemos con algunas certezas lo que sucedió a partir de marzo de 2020. Ahora bien, lo que no podemos afirmar, ni de manera universal ni con certeza, es cómo impactó en cada uno de nosotros, así como tampoco podemos determinar con claridad sus efectos, los que aún se siguen manifestando. A cada familia, a cada docente, a cada estudiante de nuestra comunidad educativa nos afectó de manera diferente.
Durante el bienio 2020-2021 los docentes nos vimos obligados a cambiar nuestra práctica educativa. No nos resultó del todo novedoso, porque repensamos nuestras prácticas con cada grupo de estudiantes al inicio de cada ciclo lectivo, pero la ausencia de presencialidad nos obligó a reposicionarnos, a repensar los vínculos y las formas de enseñar. ¿Cómo hacer para conocer a nuestros estudiantes si no nos vemos cara a cara?, ¿cómo enseñar sin que las clases se reduzcan a una mera conferencia frente a un auditorio de “cuadraditos” con imágenes estáticas y micrófonos silenciados?, ¿cómo grabar un video y subirlo sin perder la calma?, ¿cómo usar Classroom, Kahoot, Meet, Zoom, Genially, Padlet…? Miles de preguntas en torno a cómo enseñar y vincularnos con nuestros estudiantes nos atravesaron en tiempos de aislamiento, al mismo tiempo que también veíamos a nuestras familias por videollamadas o a dos metros de distancia, teniendo que lidiar con los contagios, con la enfermedad, con la preocupación por cuidar a los más vulnerables y también con el dolor de las pérdidas irreparables.

Hasta que un día, esperado por todos, nos reencontramos en nuestro espacio tan querido: nos volvimos a ver en la escuela, a habitar las aulas, el patio, los recreos, la sala de profesores... La alegría, la confianza y algo de certidumbre nos permitieron fortalecer el vínculo; en “burbujas”, pero en la casa que todos compartimos, cara a cara otra vez, como lo deseábamos.
La necesidad de reencontrarnos nos llevó rápidamente a recuperar los momentos de trabajo compartido y cooperativo, aquellos que nos permiten pensar con otros, mirarnos, preguntarles cómo se sienten, pensar en cómo ayudarlos. Así volvieron los proyectos educativos y los solidarios, también los de conmemoración. El reencuentro fue novedoso y también desafiante. Los efectos de la pandemia en general y del aislamiento en particular se siguen sufriendo en cada hogar y en cada escuela. La práctica educativa en nuestras aulas sigue transformándose, producto de los desafíos que se nos presentan a diario como efecto de toda esta experiencia vivida: nuevos modos de vincularnos, de comunicarnos, de “estar en clase” y de “construir conocimientos”.
Las nuevas tecnologías de la comunicación, las mismas que nos permitieron mantener los vínculos en épocas de aislamiento y nos dieron la posibilidad de promover la continuidad pedagógica, hoy están inmersas en la práctica educativa en nuestras aulas. “Profe, no dicte más que hace mucho que no escribimos”, “¿puedo sacar una foto al pizarrón?”, “escribo en el celular y después lo paso a la carpeta”, “te subo la foto al Classroom de lo que hice en la carpeta” son expresiones de prácticas que se institucionalizaron en el aula. Los tiempos de escucha y de prestar atención se acortaron, la capacidad para hacer dos o tres tareas al mismo tiempo se incrementó, nos cuesta vernos a la cara y notar cómo está el otro, nos cuesta aún recuperar ese tiempo de espera “no disponible” para las nuevas tecnologías y los tiempos que corren. Nos reencontramos con alegría, pero habitamos las aulas de manera más “multitasking” que nunca.
Claro que hay oportunidades para aprovechar: nuestros estudiantes aprendieron a enviar un mail, a jerarquizar la información que “googlean”, a compartir diferentes recursos en el Classroom… hasta realizar diferentes producciones para integrar los saberes (videos, Padlets, audios, presentaciones visuales). Sin embargo, habitar la escuela nuevamente supone hacernos visibles: “encender la cámara” y “des-mutearnos”. Preferimos decir que habitar la escuela supone vincularnos con los otros a partir de la mirada, de la escucha atenta, del abrazo. Requiere recuperar el convivir con otros, acordar y sostener pautas en búsqueda de la mejor convivencia posible para todos.
Y este es el gran desafío que tenemos por delante: volver a habitar una escuela en la que todos podamos convivir, en la que el uso de las redes sea para complejizar los aprendizajes y no para dañar a los otros, en la que el espacio de todos vuelva a ser querido y cuidado, en la que podamos tolerar los tiempos de los procesos, pensar en trayectorias y no en rendimientos parciales, aumentar los tiempos de pausa, de reflexión, de oración y de espera. Quizá este sea uno de los mayores aprendizajes en estos tiempos y también un camino posible: medir el éxito en los procesos y no ya en los resultados.
Profs. Marina Mariani y Gabriela Sánchez
Nivel Secundario, Lomas de Zamora

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