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Reseña biográfica | Hno. Antonio Herrlein sc

Colonia Genacito (Argentina), 4 de junio de 1937.

Venado Tuerto (Argentina), 23 de julio de 2024.


El Hno. Antonio (o “Peter”, como era más conocido por todos nosotros) fue el quinto de los diez hijos de Juan Herrlein y Paulina Seib y nació en la localidad de Colonia Genacito, en la provincia de Entre Ríos, Argentina.

 

Su familia pertenecía a los llamados “alemanes del Volga”, que en la segunda mitad del siglo XVIII se trasladaron desde Alemania a Rusia (a las orillas del río Volga, del que toman su nombre) y desde donde, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, emigraron a varios países, entre los que se destacan Estados Unidos, Canadá, Brasil y, por supuesto, Argentina. A pesar de haber estado más de ciento cincuenta años en suelo ruso, conservaron su idioma, fe y tradiciones, las que llevaron consigo cuando volvieron a migrar.

 

Eran familias muy numerosas, trabajadoras y religiosas, lo que propiciaba el surgimiento de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. En el caso particular de la familia Herrlein, cuatro de los diez hermanos decidieron entregar su vida al Señor: Pedro Sebastián (el 2º hermano por orden de edad, que se consagro cómo Hermano del Sagrado Corazón y tomó el nombre de Hno. José María; el 3º, Juan Clemente, también Corazonista, que tomó el nombre de Hno. Gregorio; el propio Antonio, que era el 5º y tomó el nombre de Hno. Pedro y, por último, la 7ª hermana, Teresita, que perteneció a las Hermanas Franciscanas de Bonlanden). 

 

Al crecer en este entorno de fe y al tener el testimonio de dos de sus hermanos mayores, no es extraño que Antonio haya tenido el corazón abierto para recibir el llamado a la vida religiosa y que haya elegido responder en el Instituto de Hermanos del Sagrado Corazón.

 

Así, el 3 de marzo de 1950, con doce años, ingresó en la casa de formación que los hermanos tenían en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires, donde vivió los siguientes siete años, mientras transitaba las diferentes etapas formativas: el seminario menor en 1950 y 1951, el postulantado en 1952, el noviciado en 1953 y el escolasticado de 1954 a 1956.

 

Su primera consagración a Dios la realizó allí mismo el 15 de enero de 1954, al terminar el noviciado. Tomó entonces el nombre de Hermano Pedro, según la costumbre preconciliar, para marcar más fuertemente este cambio de vida. Al culminar los seis años de votos temporales habituales, realizó su profesión perpetua el 10 de enero de 1960 en Venado Tuerto; sellaba así su consagración a Dios expresada en los votos de pobreza, castidad y obediencia para toda la vida.


Fue años más tarde, según contaba él mismo, que un profesor de inglés comenzó a llamarle en broma “Peter” y, como nunca lo tomó a mal, todos adoptaron con naturalidad este apodo. Incluso cuando, después del Vaticano II, la mayoría de los hermanos volvieron a utilizar su nombre de bautismo (pues el Concilio quiso rescatar el valor superior de la consagración bautismal sobre la religiosa), él se mantuvo fiel a su sobrenombre. Si en el colegio donde él estaba alguien preguntaba por el “Hno. Antonio” o por el “Hno. Pedro” nadie sabía a quién estaban haciendo referencia, pues él era para todos el “Hno. Peter”.

 

En 1957, tras sus años de formación inicial en Lomas de Zamora y con el título de Maestro Normal Nacional obtenido en 1956, comenzó su labor educativa.

 

En una primera etapa de doce años, entre 1957 y 1968, tuvo numerosos cambios de obediencia y se desempeñó alternativamente en los colegios Manuel Belgrano de Temperley, Sagrado Corazón de Montevideo (Uruguay), Sagrado Corazón de Lomas de Zamora, Sagrado Corazón de Venado Tuerto y Benito Nazar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En todos estos lugares siempre estuvo a cargo de grupos de segundo o tercer grado de primaria.

 

A esta etapa de tantos cambios le siguieron dos períodos marcados por una gran estabilidad, todos como maestro de primer grado: de 1969 a 1984 en Temperley (dieciséis años) y de 1985 a 1997 en Lomas de Zamora (trece años). Así, completó un total de cuarenta y un años al frente de un aula.

 

Como maestro, fue siempre sumamente responsable y exigente, a pesar de trabajar con niños tan pequeños. Su gran dominio, adquirido en tantos años de experiencia, hacía que obtuviera muy buenos resultados, incluso superiores a los esperados. Le gustaba contar sus discusiones con las inspectoras que querían imponerle tal o cuál método de moda, pero él defendía su estilo basándose en los logros de los niños. Incluso alguna le pidió que no enseñara tanto, ya que sus alumnos lograban avances en la lectoescritura que los programas oficiales decían que no eran posibles a esa edad.


Pero su jubilación a fines de 1997 no significó el fin de su tarea en la escuela. Ya desde muchos años antes, Peter había desarrollado gusto y habilidad en las tareas de mantenimiento en general y de soldadura de hierro en particular; así que se siguió encargando por veintidós años más del mantenimiento del colegio de Lomas de Zamora, completando un total de treinta y cinco años seguidos en dicha comunidad, donde sus trabajos pueden verse por todas partes: bancos y mesas de comedor, rejas, puertas, veletas, buzones… hasta el ambón de la capilla de los hermanos había sido hecho en hierro por Peter. Él era feliz con la soldadura en la mano, ya que le permitía sentirse útil y colaborar en la obra común.

 

Otros ejemplos más de la servicialidad y manualidad que le caracterizaban: a fines de los años sesenta se le asignó, además del aula, la tarea de confeccionar las sotanas de los hermanos, anécdota muy comentada durante el resto de su vida; hasta muy entrado en años colaboró asiduamente detrás del volante, tanto para llevar a otros a sus compromisos (algunos superiores provinciales incluidos) como para enseñar a conducir a los hermanos más jóvenes; demostró habilidad frente a la parrilla, con asados para la comunidad o para todo el plantel del colegio… y un sinfín más de pequeñas tareas más que realizaba sin grandes anuncios y sin pedir reconocimientos. Cuando se lo necesitaba, simplemente estaba.


Mayormente era de trato fácil y le gustaba conversar de las noticias que oía en la radio o que le comentaba alguna colega en los recreos. Aunque tenía un temperamento fuerte que podía aflorar, sabía perdonar con facilidad. Cuando estaba de buen humor le gustaba contar chistes y sonreía con frecuencia. Disfrutaba de cuidar los perros que tuvo durante bastantes años en Lomas de Zamora y que le seguían con fidelidad absoluta. 

 

Su vida de fe era como él mismo: sencilla y constante. Siempre estaba en la capilla a la hora indicada para la oración y la misa, tanto de mañana como de tarde. El Hno. Andrés Mercier cuenta que cuando lo conoció en torno al año 2003, en la segunda o tercera conversación, el Hno. Peter de pronto exclamó con mucha fuerza y convicción: “Yo soy un Hermano del Sagrado Corazón y lo seré hasta el día que muera”. No sabemos bien a qué se debió esa repentina afirmación, pero para Andrés fue un hecho impactante que recuerda positivamente hasta el día de hoy y para nosotros es un gran testimonio y resumen de su vida.

 

Durante sus últimos años en Lomas de Zamora se le diagnosticó con EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), cuyo origen él achacaba a todos los años que había pasado trabajando con la soldadura, respirando gases nocivos, sin considerar que haber fumado toda la vida tuviera ninguna influencia. A comienzos de 2020 se le trasladó a la comunidad de Venado Tuerto para pasar unos años más tranquilos y cuidados, cerca de su familia.

 

Aunque pasó sin sobresaltos la pandemia de Covid-19, el uso de oxígeno fue cada vez más necesario para él, hasta precisarlo de forma permanente. En diversas ocasiones tuvo que ser internado en el Sanatorio Castelli, situaciones que él vivía con serenidad. El Hno. Denis Plourde destaca de esta etapa su deseo de conversar y su interés por escuchar noticias de los hermanos. Cuando se le preguntaba cómo estaba, Peter sonreía y se encogía de hombros; era su forma de expresar que aceptaba con paz la etapa de vida que le tocaba transitar.


Finalmente, el miércoles 10 de julio de 2024, ingresó al mencionado centro de salud por última vez. Fue directamente a terapia intensiva, donde estuvo la mayor parte del tiempo sedado o dormitando. El Hno. Enrique Becker señala que en los momentos de lucidez se mostraba tranquilo y, aunque no podía hablar, hacía señas con el pulgar hacia arriba para indicar que se encontraba bien, sin dolor.

 

Falleció en la paz del Señor el martes 23 de julio de 2024, sobre las 23:00hs. Tenía 87 años y cincuenta días de vida, de los cuales había sido Hermano del Sagrado Corazón por más de 70 años y medio. Fue un hombre bueno, sencillo y servicial: fue un hermano.

 

Que el Corazón de Jesús lo reciba en su amor y le retribuya con el ciento por uno su vida entera entregada al servicio de los niños y de su comunidad… y que nosotros demos gracias a Dios por su testimonio de vida, aprendamos de él y lo recordemos con cariño.

 

Descanse en paz.

 

 

Hno. Emilio Rodrigo sc

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