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Aniversario de la muerte del Hno. Policarpo

Hoy, 9 de enero, celebramos un aniversario más del fallecimiento del Venerable Hermano Policarpo (1801-1859), quien fue el primer Hermano Superior General del Instituto y nombrado “Segundo Fundador” del mismo tras su muerte. Él es nuestro modelo de Hermano y de educador, es una referencia obligada a la hora de entender cómo vivir el carisma.



Vamos a acercarnos al relato de su muerte, para comprender mejor cómo era nuestro Hermano y dejarnos iluminar por su ejemplo:


El 27 de diciembre de 1858, advirtió el Hermano Policarpo los primeros síntomas de la enfermedad que le arrebataría al afecto de sus Hermanos. El Hermano Adrián, quien junto al Hermano Marie- Jean comunicó la triste noticia a los Hermanos el 3 de enero del siguiente año, describía de esta manera los últimos instantes del Hermano Policarpo:


«El día de San Juan Evangelista, el virtuoso Superior a quien todos lloramos, recibió la comunión durante la misa; se encontraba un poco fatigado pero a nadie había dicho nada. A mediodía se acostó doliéndose de su habitual punzada en el costado; la enfermedad no parecía de cuidado, y el médico, que le visitaba a diario, decía que no había ningún peligro. La fiebre había desaparecido y nos tranquilizamos al verle tomar algunos alimentos; sin embargo, él, en lugar de sentirse confiadamente optimista, nos repetía continuamente que su final estaba próximo y que su misión en este mundo había terminado. Únicamente por obediencia a su confesor, recibió el jueves la sagrada comunión; su deseo hubiera sido esperar hasta el viernes, a causa del presentimiento que tenía, mientras que el señor capellán lo único que pretendía era que recibiese el sagrado sacramento simplemente por devoción. El santo religioso tuvo el viernes algo de fiebre sin acusar ningún dolor; esta fiebre había desaparecido el sábado por la tarde, por lo que, tanto el médico como el capellán, sostenían que había experimentado una sensible mejoría, mientras que el enfermo opinaba y decía lo contrario. A las cuatro de la mañana del día siguiente, me llamaron y vi que nuestro querido enfermo, aunque no había tenido convulsiones, se acercaba a sus últimos momentos. Se llamó al capellán, el sacramento de la extremaunción fue administrado y recibido con plena lucidez y, unos instantes más tarde, sin esfuerzo aparente, nuestro virtuoso Hermano Superior entregaba su hermosa alma a Dios en medio de las lágrimas y amargos lamentos de los principales Hermanos de la comunidad».


Algunos detalles más sobre los últimos instantes del Hermano Policarpo, que no aparecen en la carta del Hermano Adrián, los hemos conocido gracias a una carta que el Hermano André escribió a otro Hermano: