Montevideo: Nivel Inicial se renueva
Un edificio, por más bello y moderno que sea, no puede suplir a un proyecto educativo, porque la riqueza de una institución está siempre más en las personas, sus valores y su trabajo que en los recursos materiales de los que dispone.
Sin embargo, una vez dicho esto, es maravilloso cuando un lugar y unos recursos se transforman para permitir expresar y concretar de mejor manera un proyecto educativo. En este sentido podemos decir que son muy sanos un espíritu de superación constante y el deseo de presentar espacios que dignifiquen la tarea de alumnos y docentes. Esto es lo que vivimos en el colegio Sagrado Corazón de Montevideo en el inicio del curso 2018 cuando se renovaron las tres salas de nivel inicial: una transformación del espacio que cambia el ánimo de todos los que entran en ellas y permite entrever el cariño y dedicación por cada niño que hay detrás de ese cambio. Ver álbum de fotos
En primer lugar hay que explicar que el edificio donde funcionan los niveles Inicial y Primario del colegio de Montevideo es una construcción antigua: de 1896. Allí funcionó el colegio Medalla Milagrosa de las Hermanas Vicentinas hasta mediados de la década del 70, cuando los Hermanos lo adquirieron, tras su partida. Además, este hecho peculiar dio lugar al primer colegio mixto de los Corazonistas en el Río de la Plata, con unos 20 años de antelación a las demás comunidades. Si bien el edificio sufrió modificaciones muy importantes en la década del 90, que cambiaron drásticamente para bien su aspecto, capacidad y funcionamiento interior, en las clases de Nivel Inicial (y otras del mismo sector) se seguía manteniendo un estilo muy tradicional y había signos inequívocos de que se trataba de un edificio muy antiguo. En el Equipo Directivo, poco a poco, fue surgiendo el convencimiento de que era el momento oportuno para apostar por un cambio en Nivel Inicial y renovar los espacios donde los más chiquitos pasan entre cuatro y siete horas y media cada día. El primer paso fue contar con la colaboración de nuestra exalumna María Eugenia Collazo, licenciada en Diseño de Interiores, que ya había colaborado con el colegio anteriormente. Ella pensó cada aula como un espacio integral, con identidad propia, donde se mantuvieran ciertas similitudes de una sala a otra, pero que permitiera a cada niño sentir su clase como propia. Así surgió la idea de que cada salita respondiera a un concepto: mar, bosque y espacio. Los colores y diseños empleados debían colaborar para lograr ese fin. Un segundo paso fue buscar quienes pudieran realizar el proyecto con el menor costo posible, sin que se resintiera la calidad del trabajo. Entonces se llegó a un acuerdo con tres familias del colegio que suministraron la mano de obra de albañilería, las puertas y ventanas interiores en aluminio y los muebles (placares) para cada una de las clases. Finalmente, el tercer paso fue la concreción durante los meses de enero y febrero. En estos meses:
- Se convirtieron dos salas muy grandes en tres de menor tamaño, al tirar una pared y suplirla con dos paredes nuevas de yeso. Esto se hizo para ganar espacios en un colegio que ya no puede crecer en metros cuadrados.
- Se colocó un piso de vinilo símil madera, totalmente lavable, que da un ambiente más cálido y permite que los niños realicen actividades típicas del nivel directamente en el piso (las baldosas anteriores eran un material muy frío).
- Se cambiaron las aberturas interiores de madera más que centenaria, por modernas aberturas de aluminio blanco y vidrio. Los vidrios se laminaron y se decoraron con vinilos ploteados para evitar accidentes. Además algunas puertas se tuvieron que transformar en ventanas y viceversa al cambiar la ubicación de las paredes divisorias.
- Se pusieron nuevas luminarias colgantes, que permiten “bajar” visualmente un poco el techo y que, al no ser los tradicionales tubos de luz, ayudan a dar un aspecto más de “casa” y menos de colegio.
- Se hicieron muebles nuevos para cada salón, que ocupan una pared entera de seis metros de largo y tienen una altura de dos metros. Hechos básicamente en colores haya y blanco, tienen algunas puertas laqueadas en colores diferentes, que acompañan la identidad de cada sala. Cada mueble incorpora además un espacio para que los niños dejen sus prendas de abrigo y sus mochilas.
- Se pintaron los salones con colores diferentes combinados (dos por salón) y luego las maestras y auxiliares, junto con la profesora de arte, añadieron detalles que concretan la identidad propia de cada espacio.
- Se acondicionó la parte eléctrica de cada aula, se ubicaron los enchufes a la altura reglamentaria en las salas de nivel inicial y se instaló en cada una, un ventilador y un calefactor de pared.
Tanto esfuerzo y energía se vieron recompensados con las expresiones de alegría en la cara de los padres e hijos el primer día de clases. Para nosotros, como colegio, es una satisfacción el poder seguir mejorando cada año y ofrecer espacios acordes a lo que los niños y docentes se merecen y que, al mismo tiempo, expresen los valores fundamentales que queremos vivir, en este caso en nivel inicial: acogida, contención y alegría.