Pluma Corazonista: El Misterio
Toda nuestra vida está rodeada de misterio: la vida misma es un misterio; la enfermedad; el dolor; la muerte; ciertas contrariedades y ciertas alegrías...
¿Qué es el misterio? Lo veo como algo inasible a nuestro concepto habitual de racionalidad.
El misterio también es una realidad que no se puede negar: ¡existe!, ¡está!; por lo tanto negar el misterio, que forma parte de nuestra vida y que es evidente, es privarse de una importante parte de ella; importante y fundamental.
Son cosas que escapan a nuestra investigación (lo apuntado más arriba). Pero más que dedicarnos a la investigación de esos misterios -para saciar nuestra curiosidad en busca de la verdad objetiva-, veo la cuestión como qué actitud deberemos asumir frente a ellos; eso, en definitiva, será lo que nos ayude a comprenderlos de alguna manera, dentro de nuestras limitadas posibilidades y, también, que nos ayude a vivir con ellos, a pesar de ellos, a partir de ellos…
Frente al misterio hay dos posturas: se niega o actúa a manera de acicate; aunque podría haber una tercera: lo veo pero no me provoca ninguna reacción, no me interesa. Esta última posibilidad se me antoja inhumana; más propia de una “ameba”, como decíamos de chicos para mencionar a algún compañero totalmente indolente y sin energía, épocas en que el concepto discriminación no estaba tan en boga.
El problema viene cuando tenemos en cuenta el misterio; cuando forma parte consciente de nuestra vida y se manifiesta en la acción, en la conducta, en los hechos. Es como que tenemos necesidad de apoyarnos en algo o en alguien para enfrentar lo que el misterio nos propone. Y comienzan, entonces, los cuestionamientos.
Si nos gusta tanto la vida, ¿por qué la muerte?
Si detestamos el sufrimiento, ¿por qué tanto y tan profundo?
Si necesitamos trascender, ¿por qué el apego a la inmanencia?