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SIR 2025: “HERMANOS EN SU CAUSA”

  • comunicacion209
  • 20 sept
  • 2 Min. de lectura
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Nunca estarás perdido si sabes por lo menos estas tres cosas: Quién eres, a quiénes tienes alrededor y de dónde vienes.

 

Hace muchos años, en mi de juventud, recuerdo claramente un encuentro de jóvenes de la provincia al que asistí desde Uruguay. Era en Argentina, en Villa Gral. Belgrano. Para mí un viaje de más de mil kilómetros era como ir a otro planeta. El miedo a perderse estaba latente. Pasadas las peripecias del viaje llegamos a destino. Una de las primeras actividades, después del almuerzo de una rica pasta con tuco, fue lavar los platos con el grupo asignado. El detalle era que éramos un grupo muy numeroso ¡Nunca antes había lavado tantos platos en mi vida! De ahí en adelante, todas las tareas fueron divididas y compartidas durante la convivencia, limpieza incluida. Nos conocimos unos a otros sirviendo a los demás, pero, sobre todo, me conocí a mí mismo y mis capacidades, aprendiendo tareas que nunca había realizado para otros.

 

Esta pequeña anécdota personal se hizo presente nuevamente en Roma en este 2025, durante la sesión internacional que reunió a unos treinta representantes de los países donde tiene presencia el Instituto. Fue también después de un almuerzo cuando, al ir a colaborar en el lavado de platos, para mi sorpresa, el primero en llegar y ponerse a trabajar fue el Hno. Mark Hilton, nuestro Superior general; algo que se repitió todos los días. Una vez más, con décadas de distancia, se repetía la misma experiencia: conocer a otros y conocerse a uno mismo al servir juntos.


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Más allá de esta anécdota que marcó para mí el espíritu de nuestros días en Roma, la sesión fue sumergiéndonos en nuestro carisma fundacional: la intuición del Padre Andrés Coindre, sus cartas, sus ideas, su delicadeza, su humor y firmeza… en síntesis, su corazón orientado al de Jesús. Volvimos a nuestro origen. Y lo hicimos no solo intelectualmente, sino compartiendo como lo vivíamos en cada lugar, en las charlas en pequeños grupos, en la mesa, en las oraciones comunitarias, en las salidas a Roma, en la cocina…

 

Roma está mucho más lejos que Villa Gral. Belgrano, pero, una vez más, a pesar de la ansiedad normal de un viaje tan largo (sobre todo para un uruguayo), nunca me sentí perdido. Claramente, la experiencia de la sesión fue de encuentro con los otros, con quienes estamos conectados por una misma experiencia carismática de servicio, por una misma intuición que nació del Padre Coindre, por un mismo Corazón que nos alienta, el de Jesús. 

 

José Antonio López

Montevideo




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