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TINKUNACO: encuentro que deja huella

  • comunicacion209
  • 10 ago
  • 2 Min. de lectura

Los días 16, 17 y 18 de mayo se llevó a cabo una nueva edición del Tinkunaco, el encuentro de jóvenes Corazonistas de la Provincia de América Austral, que reunió a chicos de distintos colegios de Argentina y Uruguay en Venado Tuerto, Santa Fe.


El Tinkunaco -que en lengua quechua significa “encuentro”- es mucho más que una actividad: es un espacio de síntesis, reflexión, celebración y proyección. Jóvenes de diferentes centros educativos Corazonistas compartieron su camino recorrido, sus sueños y sus búsquedas más profundas, animándose a pensar en el sentido de la vida y en la propia vocación.


Desde el Colegio Sagrado Corazón de Montevideo, viajamos con ocho estudiantes, con quienes compartimos una experiencia inolvidable. Este fue, además, mi primer Tinkunaco y, lo cierto es que, no es fácil describir todo lo que pasó por el corazón en esos días. Fue una experiencia profundamente movilizadora, tanto para los chicos como para nosotros, los adultos.


Uno de los momentos más significativos fue la experiencia de servicio: compartimos una tarde con niños de un barrio carenciado, ofreciendo juegos, escucha, merienda hecha por nosotros y mucho amor. Ver a nuestros jóvenes entregarse con tanta ternura y generosidad fue conmovedor. Muchos volvieron haciéndose preguntas esenciales: ¿cómo puedo seguir sirviendo en mi comunidad?, ¿qué huella quiero dejar?, ¿dónde me necesita el otro hoy?



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También hubo espacios especialmente dedicados a que los chicos pudieran nombrar, desde su propia vivencia, qué significa ser Corazonista hoy. Surgieron palabras como “entrega”, “fe”, “comunidad”, “compasión”, “escucha”, “cercanía...” Ser Corazonistas es mucho más que pertenecer a una institución: es optar por un modo de mirar, de sentir y de actuar desde el Corazón de Jesús. Ser Corazonista es dejarse transformar por ese Corazón abierto, fuente de amor incondicional, y salir al encuentro del otro con esa misma ternura.


Volvimos a Montevideo con el alma llena y el corazón encendido. Los chicos regresaron felices, agradecidos, conmovidos. En sus palabras, lo vivido en Venado Tuerto fue “una experiencia que no se olvida”, un impulso para seguir construyendo comunidad, compartir la fe y comprometerse con el otro desde el amor.


El Tinkunaco no es solo un evento, es una experiencia profunda de encuentro, identidad y misión. Como educadores, acompañar a los jóvenes en este camino es un regalo inmenso. Gracias a todos los que lo hicieron posible y, sobre todo, a los jóvenes por su entrega, su alegría y su testimonio de vida.


María Rosa Conde



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