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¿Qué se festeja el día de la Inmaculada?

Hoy, 8 de diciembre, celebramos el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen y tradicionalmente es el día designado para armar el pesebre en las casas, preparando la Navidad. Pero tal vez muchas personas desconozcan el sentido real de esta fiesta.


La “inmaculada concepción” hace referencia a María, a cómo ella fue concebida, y no a la concepción de Jesús como algunas personas creen erróneamente. Y tampoco se relaciona al medio por el que se produjo la concepción (María es hija biológica de sus padres, Joaquín y Ana), sino que tiene que ver con otro aspecto de naturaleza más espiritual y profunda.


La teología (que hace pie en la Escritura y en nuestra experiencia cotidiana) nos dice que todas las personas, desde el momento mismo de la concepción, cargamos con un “pecado original”. Este no puede tratarse de un pecado en el sentido ordinario de la palabra, pues ni un embrión en gestación ni un bebé recién nacido pueden cometer ningún pecado (en tanto de que no tienen un accionar libre y consciente por el que puedan cometer un mal). Por eso la expresión “pecado original” en realidad hace referencia a una “condición” con la que nacemos todas las personas: nuestra naturaleza está herida y tiene como una tendencia o inclinación al mal. Por supuesto esta tendencia no tiene la última palabra, sino que esta la tiene siempre Dios que nos ayuda con su gracia a no pecar y nos perdona con misericordia cuando lo hacemos y nos arrepentimos.


Cuando la Iglesia proclama la “inmaculada concepción” (o como se dice a veces de María: “sin pecado concebida”) lo que estamos afirmando es que Dios preservó a María de ese pecado original, de esa herida en la naturaleza, de esa propensión al mal. No decimos que María no se equivocaba nunca o que comprendía siempre todo lo que pasaba, decimos sencillamente que su corazón no estaba inclinado al pecado como el de las demás personas.


Aunque hay algunos textos bíblicos que nos pueden orientar en ese sentido, ninguno se refiere explícitamente al tema. Pero en la Iglesia Católica, junto a la Palabra de Dios, también la Tradición y el Magisterio son fuentes de la fe. Esto quiere decir que cuando se proclamó este dogma (es decir, esta verdad), el Papa Pío IX, en 1854, lo hizo basándose en lo que todos los cristianos antes de él ya creían ya sobre la Virgen María y lo que a él mismo el Espíritu le inspiraba como pastor de la Iglesia universal.


Este dogma o verdad revelada puede ayudarnos a nosotros a comprender mejor la vida de la Virgen María, a acudir con fe a su intercesión (podemos refugiarnos en su “inmaculado corazón”) y a proponernos nosotros mismos querer vivir como ella, intentando no apartarnos nunca de la voluntad de Dios.

os.

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