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“Bodas de Oro” del Hno. César Gómez

El pasado 2 de febrero, día de la Vida Consagrada, los Hermanos del Sagrado Corazón celebramos los 50 años de profesión religiosa de los Hermanos César Gómez y Mario Gassmann. Hoy nos vamos a centrar en el primero de ellos, para conocer algo más sobre su vida de entrega y para celebrar con él este gran acontecimiento.


El Hno. César Gómez es de nacionalidad chilena y actualmente integrante de la comunidad de Lomas de Zamora. En esta entrevista podemos conocer algo de su historia vocacional:


¿Cuándo conoció a los hermanos? ¿Quién fue el primer hermano que conoció?

R. En el año 1961, cuando con mi padre me fui a matricular en el “Instituto Cauquenes”, recién fundado, fuimos recibidos por el Hermano Adrien Saucier (entonces Hermano Onésimo) y él fue mi profesor jefe en primero de humanidades. En marzo conocí a los otros Hermanos que formaban la comunidad: Antimo (Hervé Fontaine) y Luciano (Lucien Gauthier).


¿En qué año ingresó a la comunidad?

R. El 7 de marzo de 1963 a mediodía hice ingreso al seminario de Talagante. El Hermano Luis (Rolland Roy Maurisette) nos había esperado en la plaza Almagro de Santiago de Chile y nos llevó, a mi hermano y a mí, en la camioneta de la comunidad a Talagante. Fuimos recibidos por el Hermano Paul Cauchon (mi maestro de postulantado).


¿En qué año y dónde hizo el noviciado?

R. En el año 1966 junto a otro chileno (Aldo Cornejo de Lontué) y cuatro argentinos (Mario Gassmann, Ricardo Fontana, Horacio Payer y Juan Carlos Esperón).


¿Cuál fue su primera obediencia?

R. En el Liceo Ruiz Tagle (colegio de inicios de la fundación de la misión en Chile). Apenas egresado de enseñanza secundaria, me asignaron la jefatura de 4º primario (o 4º básico) a partir de marzo de 1968.


¿En qué comunidades vivió en Chile?

R. Bueno, final de estudios de humanidades, formación, postulantado y escolasticado en Talagante; noviciado en San Esteban en Córdoba (Argentina); estudios universitarios y docencia en Ruiz Tagle; grupo juvenil en Villa Ecuador, docencia en Las Condes, San Antonio y Las Condes por segunda vez y hasta el primero de marzo de 2014; Venado Tuerto en 2014 y Lomas de Zamora en 2015, 2016 y 2017 hasta la fecha.


¿Cuántos años ha trabajado en aula y en dirección de colegios?

R. 34 años en aula, 9 como director en el Instituto Presidente Errázuriz y 12 años representante legal del mismo colegio.


¿Cuáles son los mejores recuerdos de los hermanos en chile que usted tiene?

R. Para mí son personas de generosidad a toda prueba, muy abnegados, profesionales, siempre ejemplares en todo lo que realizan, admirables en su vida de seguimiento al Señor. Me han proporcionado educación, crecimiento espiritual y humanidad. Mi gratitud sin fin para ellos.


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Y a continuación compartimos el testimonio del Hno. André Mercier que compartió con el Hno. César varios años en Chile:


“Siempre y en todo lugar ha sido metódico, ordenado, cumplidor y muy aplicado en todos sus trabajos, dando siempre satisfacción en todo lo que cumplía.


Después de bastantes años convivimos en San Antonio; sé que enseñó en el Instituto del Puerto, pero es en Bellavista en el ahora colegio P. Coindre donde enseñó más años. Sus materias fueron siempre castellano y religión.


El barrio Bellavista, en estos tiempos era pura tierra y cuando llovía subir o bajar de él era una hazaña. La escuela en aquellos entonces llevaba número y eran pabellones sobre un cerro simplemente; los alumnos, varios hijos de pescadores u obreros, sin título, trabajando a tiempo parcial aquí o allá, o a la buena de Dios. Todos los alumnos eran de familias empeñosas con muchos problemas económicos y sociales.


El mismo César propuso el nombre de nuestro fundador como nombre titular de la escuela cuando salió la ley que posibilitaba el cambio de número a nombre, como para personalizar cada escuela. Hice algunas visitas a la escuela después del nombramiento de César al IPE y siempre noté el apreció que la gente tenía de él. Recuerdo también que en el IPE no se olvidaba de la gente de Bellavista y sabía procurar ayudarlos periódicamente.


A César lo veía particularmente en su pieza situada al lado de la mía, corrigiendo pruebas, preparando clases, su escritorio bien ordenado y lleno de cuadernos y libros. Nuestra vida comunitaria era muy ordenada, nos veíamos algún rato en la capilla, en el comedor y algo por la noche. Siempre admiré en él su fidelidad, su constancia, su empeño, su entrega total, ejemplo del hombre del deber cumplido. Diría de él: Hombre de principios y religioso delante de Dios y de los hombres.


No olvidaré las 3 semanas que me atendió después de mi caída del bus y también otro rato después de mi operación de cataratas, para mí el IPE era reposo pero para él trabajo constante por ser director, trabajo que aceptó para servir y servir siempre. Su gran espíritu familiar lo vivió y vive intensamente en su familia natural e igualmente en su comunidad religiosa.


Viva el hombre que tiene una meta,

deja tras él un camino recto, bien trazado,

bien trabajado, afirmado por las piedras recogidas.

Sus hechos, balizas bien visibles;

sus dichos, boyas luminosas;

seguirle es ir a lo seguro,

es encontrar un continente nuevo,

es construir una ciudad.

Tus silencios afirman tu voluntad, clavados en el cielo,

como las estrellas trazan ruta segura en la nocturna tempestad.

Tu andar perseverante es oración cotidiana,

marca los hitos hacia el Santuario de Nuestra Señora de la Esperanza.

Peregrinos todos, no desfallezcamos,

Jesús nos acompaña. Amén – Aleluya”

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