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Testimonios de la Misión Cor Jesu 2020 (I)

Muchas veces los chicos que ya habían misionado nos decían: “uno va a misionar y vuelve misionado”. Es una frase muy linda, pero creo que la comprendí verdaderamente estando allá. Nos preparamos todo el año pensando y organizando qué vamos a llevar a los pueblos, cómo realizar las catequesis que vamos a compartir, etc. Y cuando lo vives te das cuenta de que todo el tiempo estás recibiendo: recibes el amor puro de un nene que te regala una sonrisa, la confianza de una familia que te cuenta sus problemas, el cariño y la fraternidad de los demás hermanos misioneros...

Al principio tenía algunos miedos, me equivoqué algunas veces, pero siempre había un compañero dispuesto a darme una mano. Me encantó el clima de alegría, amor, cariño y fe que se vivió en la convivencia, y cómo pudimos transmitir esos sentimientos a las comunidades de Barker y Cacique. Fue una experiencia increíble, en la que pude encontrar a Dios en cada uno de los corazones con los que compartí estos diez días.

Florencia Furnari, Temperley (misionera en Barker)

Al principio no entendía qué hacía allá ni a qué iba, pero con la respuesta del pueblo, el recibimiento y la felicidad que expresaban al ver a los misioneros, todo fue cobrando sentido. Ahora puedo decir que la misión fue una experiencia increíble que me permitió conocerme, conocer a los misioneros y a Jesús en los demás. Aprendí de ellos y con ellos. Fueron diez días en los que me sentí acompañado, querido, alegre, feliz, en comunidad, pleno.

Al final es como dicen: “uno va a misionar y vuelve misionado”. Porque en ese convivir, escuchar y acompañar, uno aprende sobre la vida y la fe, y no como cosas separadas, sino en conjunto; así como también la Misión Cor Jesu es una sola, aunque se viva en pueblos diferentes.

Luca Dall Acqua, Temperley (misionero en Villa Cacique)

Cada misión es una experiencia inolvidable que refuerza nuestra fe, nos compromete y nos llena de amor y paz. Ese amor que vivíamos en la comunidad con Cristo y que se multiplicaba en cada momento, se reflejaba hacia afuera y sorprendía a cada persona del pueblo de Barker que nos veía pasar. Saber que a través de gestos y palabras transmitimos a Jesús, es algo único.

Dentro de la comunidad se sentía su presencia. Los bailes, los juegos, las risas, las oraciones… hacían que día a día creciera la fraternidad. Pudimos compartir historias de vida, sanar heridas y lograr que algunos “se encontraran en su abrazo”. Algunos días compartimos con nuestros hermanos que se encontraban en Villa Cacique y pudimos intercambiar las experiencias vividas.

Agradezco enormemente la posibilidad de haber vivido nuevamente esta hermosa experiencia junto a esta enorme comunidad que nos acompaña y apoya en cada momento. “Uno va a misionar y vuelve misionado”, por la comunidad y por cada persona del pueblo.

Victoria Maza, Temperley (misionera en Barker)

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