Caminar de la mano
Desde el preciso instante que apostamos y decidimos nuestro rol como docentes en este mundo, seguido del primer pie que apoyamos en la puerta del aula, la vocación, el espíritu y los valores Corazonistas se suman a todos los conocimientos, teorías y conceptos aprendidos en la academia algunos años atrás. Nuestra convicción de un mundo unido en la fe, la solidaridad y la justicia divina se mezclan con los conocimientos obtenidos en la universidad y en todos los cursos de posgrado o especializaciones que realizamos para ser mejores profesionales. Lo pienso como un proceso dialéctico, donde en aquella infancia y juventud-adolescencia transcurrida en las viejas instituciones del colegio se transmitieron las palabras de Jesús, las cuales se mantuvieron vivas durante la etapa de la formación profesional y científica, para luego devenir en la etapa superadora de la actuación en la fe y el carisma en el aula.
Como todo cientista social, aprender resulta imposible si no existe una relación entre la teoría y la práctica. Y para ello me remito a la experiencia vivida. En su momento fue muy importante para mí haber compartido las oraciones de madrugada y también aquellas en silencio personal y profundo, en aquella especie de retiro corazonista en “la casa de los hermanos” de Temperley (como le decíamos con mis amigos de Sociales), cuando finalizaban mis estudios secundarios. Así como hoy en día lo es encontrar un tiempo, un resquicio de paz, en este mundo de vorágine permanente, de promesas que se desvanecen en el aire y de violencia en las relaciones sociales, para realizar una meditación y leer un fragmento del evangelio o volver a sentir el apego a Jesús en una oración, sencilla pero profunda.
La cosecha se ve y se vislumbra en el quehacer cotidiano. Todos los días tenemos como docentes un trabajo muy arduo, que consta de planificar (y replanificar, por los contextos cambiantes), evaluar, volver a estudiar para dar clases ilustres, incorporar nuevas herramientas tecnológicas, armar propuestas y proyectos de trabajo e implementar un sinfín de herramientas metodológicas y pedagógicas para que nuestros alumnos crezcan, se superen y aprendan un poquito más. Me resulta imperioso este esfuerzo y trabajo, porque soy consciente de que nuestra ofrenda en conocimientos es fundamental para el futuro de nuestro país; como así lo es también nuestra ofrenda Corazonista en valores. Es impensable una sociedad mejor, un mundo más desarrollado, si nuestros alumnos no representan los valores de nuestra Iglesia: el compañerismo permanente, la mancomunión con el excluido, la humildad y la mansedumbre.
