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Cincuenta años de vida religiosa del Hno Mario Stempel

Cuando el Hno. Javier Lázaro me invitó a realizar un “panegírico” sobre el Hno, Mario Stempel, busqué el significado de la palabra en Google: “Discurso en el que se alaba a alguien, especialmente el que se hace en honor a un santo. En el siglo IV contó con cultivadores ilustres, como el Papa san Dámaso, autor de panegíricos de santos y mártires…”. Eres un santo, todavía no un mártir y aún no estás en los altares. Por eso decidí mejor que mis palabras fuesen una pequeña semblanza sobre tu persona. Del abanico de posibilidades sobre las que hablar sobre ti, elegí algunos puntos que te pintan de cuerpo entero.


Cuando tu misión se desarrolló en el aula, como maestro, te dedicaste a ella por completo. En el aula se respiraba tranquilidad, interés por aprender, seguridad de los alumnos de que quien tenían delante los quería, los cuidaba y les exigía. Tenías una mirada especial para quienes presentaban más dificultades, dedicándoles tiempo extra. Querías que todos lograran los objetivos. Tu carácter extrovertido y alegre contribuía eficazmente a eso. Hoy sigues teniendo esa misma mirada aquí, en el colegio Belgrano, ayudando a las docentes de los primeros grados.





Cuando tu misión se desarrolló en cargos directivos, los docentes contaban con un hermano que orientaba en las prácticas educativas, que supervisaba su tarea, se interesaba por los logros y dificultades de los alumnos de cada aula y, si era necesario, disponía de espacio y tiempo para reforzar aprendizajes en aquellos alumnos que te señalaban como prioritarios. En las reuniones de docentes siempre tenías algún chascarrillo que amenizaba el encuentro. Colaborabas con protagonismo en la organización de actos, eventos, celebraciones... Se te ha dado siempre muy bien este apartado.


En patios con alumnos en rigurosa formación, durante celebraciones religiosas (como primeras comuniones o misas de primeros viernes), en reuniones con docentes… siempre te las has arreglado para romper protocolos. Bastaba una palabra, un gesto, un disfraz para que la normalidad se alterara. Los responsables últimos, en más de una ocasión, se agarraban la cabeza preguntándose: ¿¡hacia dónde va éste!? Muchas veces esperábamos ese momento en el que sabíamos que iba a pasar algo inusitado. Y es que tienes como premisa: ¡hay que ponerle un poco de pimienta al asunto porque si no es aburrido!


Cuando tu misión se desarrolló en el seminario de Venado Tuerto, te brindaste por entero a ella. Aquí la responsabilidad era marcadamente doble: por un lado, tenías bajo tu tutela a chicos a los que ayudar a formarse espiritualmente con el condimento del carisma Corazonista y, por otro, tenías la tarea de ayudarlos en su formación académica. No fue fácil. Había que conocerlos, saber cuáles eran sus aptitudes, sus actitudes, sus defectos… para orientar, corregir, animar, comprometer. Mucha paciencia ejercitaste. En los tiempos de estudio por las tardes estabas dedicado completamente a ellos, ayudándoles en las tareas, explicándoles, tomándoles lección, vigilando que todos hicieran lo que les habían encomendado.


Hno. Mario, en nombre de los hermanos y de tu familia, representada hoy por Bety, GRACIAS por tus cincuenta años de vida Corazonista.


Hno. Julio Alonso

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