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Misión Cor Jesu en Uruguay

Queridos lectores, sean ustedes bienvenidos a conocer la experiencia del grupo misionero en un pequeño pueblo a las afueras de Montevideo, llamado Empalme Olmos.


Una misión que se esperaba con ansias y nervios desde finales de diciembre del 2021, fecha en la que finalizó la misión anterior. En aquel momento, aunque nos volvíamos con tristeza porque se terminaba aquella hermosa experiencia, mayores eran las ganas de volver y, desde ese momento, ya palpitábamos con la idea de concurrir nuevamente al “gran” Empalme.


Transcurrió un 2022 con muchos preparativos, mucho desarrollo tanto colectivo como personal por parte del grupo. Se propusieron diferentes actividades en las que el carisma corazonista fue la pieza clave para llevar todo adelante y llegar a nuestro destino de la mejor manera posible.


Fue el 17 de diciembre de 2022, cuando el grupo arribó al pueblo, muchas risas, felicidad y caras conocidas nos esperaban. Esa sensación de hermandad y comunidad con Empalme que tanto extrañábamos estaba allí nuevamente y, casi sin darnos cuenta, podíamos ver al Espíritu Santo rondando alrededor de nosotros: desde los pequeños, con esa alegría que tanto los caracteriza, hasta la comunidad adulta, con su gran disposición hacia el grupo.


Luego de la llegada los días parecían cada vez durar menos. Por más temprano que el grupo se levantara, las horas del día transcurrían igual de rápido. Las conversaciones e intercambios con los vecinos nos demostraron, en otra oportunidad más, que escuchar al otro y entenderle es un claro reflejo del amor de Cristo. Simplemente son experiencias inolvidables las que nos llevamos de nuestra querida misión: personas que antes eran desconocidas, hoy en día son hermanos. Y, verdaderamente, no existe mayor satisfacción que esa.


Misionar es compartir, escuchar, entender, amar, reír y ser felices. Y no hay mejor manera de ser felices que con y para los demás. Ofrecerse como respaldo para alguien, entender que cada quien es importante por quién es y hacerle sentir amado, es misionar.


Ahora, a unos pocos días de distancia, parece que el tiempo tiene otra duración, a la espera de la siguiente misión. Y aunque la llama del amor y la cruz misionera ya están a la espera de nuestra próxima aventura, sabemos que no tenemos que esperar un año, pues misionar es todos los días y a toda hora, junto a Jesús.


Mauro Cabrera, Montevideo


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