Visita al noviciado
- comunicacion209
- 11 sept.
- 3 Min. de lectura
“Tal vez sea esta nuestra única misión, sanar el ojo del corazón” (San Agustín, sermón 88).
Comienzo esta crónica agradeciendo a la CALE la confianza que me otorgaron para acompañar en su formación a los novicios Emmanuel (Provincia de Colombia) e Ignacio (Provincia de AMA) en Lima. Entre los días 3 y 15 de junio pudimos compartir la espiritualidad y la fraternidad de una forma naturalmente viva, fecunda, orante.

Concretamente les propuse un breve cursillo sobre las “Raíces del misticismo cristiano”. Partimos desde la persona de Jesús con, su provocativa pregunta de Lucas 9, 20: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” Dicho cuestionamiento, históricamente actual, generó respuestas personales que luego fueron contrastadas con diferentes referentes en los evangelios y en la Regla de Vida. Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, en su vida encarnada fue un maestro de la contemplación. Contempló a Dios Padre y al Reino en la intimidad, en lo profundo encontró la perla de gran valor, el tesoro escondido, para compartirlo en la fraternidad y en la misión, en el aquí y ahora.

Lo vimos así a través del evangelio de Juan: en el encuentro voluntario con la samaritana, en la adoración en “espíritu y verdad”. Y en espíritu y verdad fuimos adentrándonos en la práctica de la oración contemplativa “monológica”, es decir repitiendo gentilmente una sola palabra sagrada durante los tiempos de meditación silenciosa y al ritmo de la respiración: Maranatha, Jesús, Dios, María...
También, en esa primera semana, nos adentramos en el mandato paulino de la Primera carta a los Tesalonicenses 5, 15-19: orar incesantemente.
Luego, fuimos avanzando a través de las experiencias orantes entre los siglos I al IV con referentes significativos que desarrollaron, fundamentaron e hicieron escuela en esta forma de oración contemplativa.
Clemente de Alejandría y su “Theosis”, basada en el Salmo 82 y en Juan 10, 34. Evagrio Póntico y su movimiento de la multiplicidad a la simplicidad, hasta hacer experiencia de la semejanza divina en la creaturidad. Juan Casiano, quien trasladó desde oriente hasta occidente esta disponibilidad orante que busca clarificar el ojo interior para poder ver a Dios. San Agustín, quien desde sus experiencias de búsquedas fallidas en el afuera, propone el encuentro con Dios en la mismidad del ser: “Tarde te amé… te buscaba afuera y Tú estabas tan dentro de mí.”
Y cuanto más conocíamos los orígenes del misticismo cristiano, más intensas se volvían las prácticas orantes.
También rastreamos las huellas de este misticismo en los capítulos I y IX de nuestra Regla de Vida y constatamos como también nos propone vivir esta intimidad con Dios por medio del “silencio y recogimiento (…) para orar en espíritu y en verdad” (R131), “nos transforma y traduce ante Dios la oración inexpresada de nuestros corazones” (R130), “nos abre el espíritu y el corazón a un conocimiento íntimo de Jesús; su Espíritu nos conduce hacia la contemplación del misterio de Dios” (R132).
La segunda semana la dedicamos a verificar la aplicabilidad de esta práctica orante en los ámbitos escolares, proporcionándoles a los novicios subsidios adecuados para la implementación de esta propuesta con niños, adolescentes y adultos.
Esta apretada síntesis no abarca lo vivido con los hermanos de la delegación de Perú, a quienes les agradezco su acogida fraterna. Gracias a todos por haberme hecho sentir en casa desde el primer día. Gracias por ser hermanos entre hermanos, por hacer culto de la fraternidad en la sencillez, la acogida y la alegría. Que el Espíritu los siga fecundando en su misión de hacer presente al Corazón de Jesús entre sus gentes amadas del Perú.
Hno. Daniel Impellizzieri










































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