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¡Feliz comienzo de clases!



Hoy comienzan las clases en nuestros colegios de Argentina y Uruguay. Cada inicio de curso trae consigo nuevas oportunidades: de conocer nuevas personas, de tener nuevas experiencias, de crecer y madurar, de descubrirnos a nosotros mismos, de ser felices… y en todas esas oportunidades, en su corazón, se encuentra la gran oportunidad que cada día tenemos las personas, la de conocer más a Dios y dejarnos amar por Él.


Junto con todos nuestros buenos deseos para todos los alumnos y docentes Corazonistas, compartimos esta oración, para comenzar el curso de la mano del Señor:



Comienza un nuevo curso. Lo pongo en tus manos, Señor.

Tú, Padre amoroso, que velas por mí y estás por encima de los límites del tiempo y del espacio, sabes lo que necesitaré en este curso que inicia. Me abandono a tu misericordia, a tu providencia. Que sea lo que Tú dispongas, Señor.

Aumenta mi fe, que sea capaz de descubrir tu presencia a mi lado. No permitas que nada me separe de Ti. Dame fortaleza y perseverancia en las pruebas, y ayúdame cada día a recordar que nunca sucederá nada que Tú y yo juntos, no podamos superar.

Líbrame de la indiferencia. Hazme sensible a las necesidades de los demás, y muéveme no sólo a orar, a interceder por ellos, sino a realizar acciones concretas en beneficio suyo.

Ayúdame a no ser avaro ni desperdiciar mi tiempo, mis dones. Enséñame a darme a los demás, a comprender que sólo vale la pena lo que se hace por los demás. Enséñame a salir de mí mismo para ir al encuentro de mis hermanos, sin prejuicios, sin retórica. Simplemente como Tú, con la mano extendida y el corazón abierto. Pero líbrame de la vanidad, de creerme bueno, de sentirme satisfecho. No dejes que me paralice la inercia, el orgullo, la complacencia… No dejes de inquietarme, de ponerme en movimiento, de lanzarme contigo a construir tu reino de paz, amor y justicia.

Enséñame a mantenerme sencillo y alegre, a ser verdaderamente testigo tuyo en mi mundo. Ayúdame a desprenderme de todo lo que me estorba para seguirte, líbrame de lo que me hace tropezar, de lo que me pesa: de mis rencores, mis egoísmos, mis orgullos, mis miserias, mis apegos.

Enséñame a ser paciente, comprensivo, dulce, a perdonar a los otros, a acogerlos en mi corazón. Enséñame a amar como amas Tú.

Quiero descubrirte en cada día de este curso que empieza, y ayudar a que otros te descubran también. Señor, que cuando me busquen a mí, te encuentren siempre a Ti. Amén.

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