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Hermanos en su causa


1. UNA REVOLUCIÓN DE SANTIDAD


Andrés Coindre fue más que una persona buena que intentó hacer el bien, fue un hombre llamado por Dios a la santidad que respondió entregándose por entero. No tuvo otro anhelo, otro sueño, que llevar adelante lo que Jesús le pedía.


No estuvo solo. Junto a él, en su ciudad, en su época, muchas otras personas también sintieron este impulso del Espíritu Santo en sus corazones y respondieron dando la vida por los demás. Muchos fundaron congregaciones e instituciones que existen hasta el día de hoy, otros simplemente vivieron su vida de una manera extraordinaria, no son pocos los que llegaron a dar su vida como mártires de Cristo. Un gran número de ellos hoy son considerados beatos y santos en la Iglesia.


Andrés fue parte de este maravilloso movimiento de santidad, de esta “revolución” de fe, esperanza y amor que Dios quiso regalar a su pueblo tras haber pasado unos años terribles, marcados por el miedo, el odio, la muerte y el hambre. A cada uno de estos hombres y mujeres, Dios les dio un regalo y una tarea especial: un carisma para compartir con el mundo y hacerlo fructificar.


2. EL REGALO DE ANDRÉS


Andrés recibió el don de mirar a los niños y jóvenes a través del Corazón abierto de Jesús, de verlos con su amor y compasión y de confiar en ellos, en sus posibilidades en esta vida y en su destino eterno. Y Andrés abrazó ese don con todo su corazón humano, hasta dar la vida por él.


Andrés también recibió el don de la fraternidad, de vivir con otros la amistad en Cristo y de compartir este impulso. No se lo guardó para sí. Allí donde él iba otros se sentían tocados y convocados por el mismo llamado: hombres y mujeres, compañeros sacerdotes, jóvenes e incluso su propia familia… todos se embarcaron en este sueño, en esta causa de Andrés; o, mejor dicho, en esta causa de Jesús confiada a Andrés.


3. POR LAS SENDAS DEL AMOR


Así nacimos nosotros, los Hermanos del Sagrado Corazón: somos un fruto de ese movimiento de santidad que tocó el corazón de Andrés y que compartió con otros. Así el Hno. Javier, nuestro primer hermano, hizo todo para salvar y continuar la obra del fundador. Así el Venerable Hno. Policarpo, sin conocerlo personalmente, se sintió inspirado por su testimonio, llevó a plenitud el impulso original y vivió su vida como un santo. Así el Venerable Hno. Norberto, cien años después, respondió a Dios entregando su vida como misionero en África.


Del mismo modo, tantos y tantos, siguiendo al fundador, caminaron por las sendas de la mansedumbre y la humildad. Ellos se santificaron haciendo realidad el AMETUR COR JESU (Amado sea el Corazón de Jesús), nuestro lema y común esperanza; hicieron de la caridad el todo de su vida,la inspiración de su actividad apostólica y misionera (cf. RdV 12).


Hoy, quienes colaboramos en la misión de Andrés, hermanos y laicos, seguimos aquí, cada uno en nuestro rincón del mundo, en nuestra pequeña tarea cotidiana, perpetuando este movimiento de santidad con el que Dios tocó a Andrés Coindre y con el que sigue conmoviéndonos para que encontremos el camino de nuestra verdadera felicidad al estilo de Jesús: amar hasta dar la vida por los demás.



4. TIEMPO DEL ESPÍRITU


Hace poco celebramos el Bicentenario del Instituto, un momento maravilloso para reconocer cómo Dios obró y sigue obrando en nosotros, para redescubrir ese hilo invisible que da sentido a todo nuestro viaje desde hace más de doscientos años y para valorar a todos los hombres y mujeres que lo han hecho posible, especialmente a nuestro fundador, que abrió la marcha.


Hoy tenemos otro hito por delante, otra fecha significativa en el camino: los doscientos años de la muerte de Andrés o, mejor dicho, de su nacimiento definitivo en el Corazón de Dios. Este es un tiempo de gracia, un tiempo para seguir redescubriendo su figura, su historia, su sueño, su causa… que no es otra que la causa de Jesús por los niños y jóvenes. Es un tiempo en el que el Espíritu Santo quiere volver a llamarnos a la santidad, a reavivar la llama para que el mundo siga ardiendo de amor (cf. Lc 12, 49), a despertar nuestras esperanzas.


Además, se está considerando seriamente la decisión de iniciar la causa canónica del Padre Andrés Coindre; es decir, de llevar adelante el proceso por el que la Iglesia pueda un día llegar a reconocer oficialmente la santidad de nuestro fundador, en los tiempos que Dios disponga.


Sólo queremos un fruto, el mismo que quiere Jesús: que, al conocer mejor al Padre Andrés, su obra, su vida y su muerte, podamos, con un corazón agradecido, seguir caminando juntos, como hermanos en su causa.



NOTA: Este texto fue elaborado por la Comisión de Promoción del Carisma de Fundación como inspiración para el Bicentenario del fallecimiento de Andrés Coindre. En el transcurso de las próximas semanas se distribuirá en formato de tríptico para nuestros alumnos y docentes de todos los colegios.

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