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“Bodas de Oro” del Hno. Mario Gassmann

Hace unos días les informamos que el pasado 2 de febrero de 2017, Día de la Vida Consagrada, celebramos los 50 años de consagración de los Hnos. César Gómez y Mario Gassmann. Nos centramos ahora en el segundo de ellos.


Ver álbum de los festejos


Compartimos las palabras que el Hno. Roberto De Luca le dedicó en nombre de todos los Hermanos, en ellas hace un repaso de las diferentes etapas de la vida del Hno. Mario:


Vida de familia

“La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia…”.

“…el anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia”.

Cfr. AL 1


Es indudable que cada uno de nosotros nacemos con una impronta original y única, pero, también es cierto que se nos marcan a fuego los primeros momentos vividos en el ámbito familiar. Y por más que sea poco el tiempo transcurrido dentro de ese ámbito, hay cosas que se nos graban de tal manera que forman parte incuestionable de nuestra personalidad.


El Hno. Mario, nació dentro de una familia cuya alegría también fue y es una expresión de júbilo en la Iglesia. El Papa Francisco coloca casi al inicio de su exhortación apostólica Amoris Laetitia,el salmo 128, que bien podemos aplicar a la familia conformada por don Lucas Gassmann y doña Rosa Bernhardt, con sus 13 hijos: Ana, Mario, Carmen, Marta, Carlos, Miguel, Roberto, Rosa, Nanci, Daniel, Patricia, Mariana y Diego.


«¡Dichoso el que teme al Señor,

y sigue sus caminos!

Del trabajo de tus manos comerás,

serás dichoso, te irá bien.

Tu esposa, como parra fecunda,

en medio de tu casa;

tus hijos como brotes de olivo,

alrededor de tu mesa.

Esta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén,

todos los días de tu vida;

que veas a los hijos de tus hijos.

¡Paz a Israel!»

(Sal 128,1-6)


Pienso, y no temo exagerar, que este salmo refleja muy bien la situación de esta familia ejemplar. Construir, sobre la base del amor temeroso de Dios y del cálido amor humano, una senda por donde transcurrió su peregrinar no sin obstáculos, no sin esfuerzo, no sin contratiempos… pero con el alma plena de satisfacción y de esa paz con la que Dios premia a sus amigos.


Gente de labor y de esperanza; de inquietud y de curiosidad; de seguridades y aventuras… Llevan la impronta de los “alemanes del Volga”, a la que ellos hicieron honor y de la cual hacen gala.


Doña Rosa fue esa parra fecunda con sus trece hijos a los que educó y amó con ternura; sensibilidad que heredó Mario, aunque, a veces, le cueste demostrarla.


Lástima, o no, que en esa mesa de la que habla el salmo, Mario faltara tempranamente. En realidad, su presencia sobrevoló los importantes hechos de la vida familiar: siempre tuvo su lugar reservado en la mesa de los corazones de los Gassmann e, inclusive, amplió el compartir con parientes que no se cansó de buscar y de contactar.


Y por todo eso, Mario recibió las mejores bendiciones del Dios que es familia, y ahora puede ver a los “hijos de sus hijos”, aunque para ello deba usar una planilla Excel.


Ingreso y formación

El objetivo primero (de la formación) es conseguir la integración

entre la contemplación y la acción.

RDV 178


Pero, hete aquí que, en los planes de Dios, había otra familia que, debido a la generosidad de don Lucas y doña Rosa, Mario se animaría a construir, en su corazón y en el corazón de la nueva comunidad, la “prosperidad de Jerusalén, todos los días de su vida”, como sigue diciendo el salmo.

Y aparecieron los Hermanos del Sagrado Corazón.


Mi primer contacto visual fue en el año ’60, cuando Mario ingresa a la casa de formación de Lomas de Zamora. Una bochita blanca, trajecito azul marino de pantalones cortos, sobre un montículo de tierra y, atrás su mamá Rosa y su papá Lucas; también el Hno. Bernardo andaría merodeando por ahí, supongo. No me acuerdo bien. De todas maneras, el Hno. Bernardo siempre estuvo cerca, con sencillez, tras su vocación y la de varios de nosotros.


Fueron épocas en que nos sobraban pantalones y remeras (porque siempre nos caían grandes, no porque abundaran), y también sobraban zapatillas (porque se jugaba descalzo). Las ilusiones todavía no formaban parte de nuestras vidas, pero sí la vitalidad del juego, el estudio, el compañerismo, la oración, el orden, la disciplina, el buen decir…


No sé si por necesidad o por inspiración del Espíritu, se nos hizo apurar tragos de una manera acelerada. Es como que debíamos ocupar espacios vacíos para lo que no sabíamos si estábamos preparados, tampoco lo pensábamos… Pero le pusimos pecho a las balas como se dice, bastante inconscientemente de nuestra parte, pero no en los planes de Dios por lo que se ve.


Si bien escribo desde mis vivencias, y cada experiencia es única e intransferible, creo que, a partir de los hechos, podemos colegir que a Mario le sucedía algo parecido.


Aquí quisiera traer a recuerdo los distintos hermanos que fueron nuestros formadores, porque de eso sí hemos hablado y compartido.


No dejamos de ver sus limitaciones, pero tampoco dejamos de admirar su generosidad, su disponibilidad, su sacrificio, su espíritu religioso y fraterno. No existían manifestaciones de afecto, pero sí afecto; no se manifestaba la ternura, pero existía la ternura; no estaba permitido el derecho a réplica, pero sí la buena intención –y las páginas de copia y el estudio de memoria de la Imitación de Cristo.


Es como si con débiles armas se nos fuera preparando para la gran batalla de la vida y, ahora, a los años, vemos, que ha sido una formación acertada, en nuestro caso. Obviamente que el Espíritu sopla donde quiere y como quiere, que fue, en definitiva, lo que sucedió, pero se hizo necesaria una respuesta y esa la dio Mario con paso firme y mirada serena, al decir del Himno del Belgrano, aunque con la ansiedad inquieta característica de él.


Vida de oración

Los hermanos aprenden en la escuela de Jesús

las virtudes fundamentales de su Corazón:

la humildad, la mansedumbre, la misericordia.

RDV 122


La vida de oración, fundamento del contacto con quien lo había llamado, siempre fue, y es, en Mario, un hecho de admirar: rezar lo que hay que rezar, en el momento en el que hay que hacerlo y de la manera como debe hacerse… Eso sí, a la velocidad que le permitan su visión y la articulación de las palabras… Suele cumplir el mandato bíblico: “¡Lo que has de hacer, hazlo pronto!”. Obviamente que su vida interior se refleja en la acción que lo lleva a conducirse con total compromiso y fidelidad a la consagración que hace 50 años realizara en San Esteban junto al Hno. César, aquí presente, y otros compañeros que tomaron otros rumbos.


El Hno. Pascual cuenta… “Sólo una anécdota que nos pasó en un curso sobre los métodos de oración, organizados por los Padres Cooperadores sobre el tema. Fuimos con todas las ganas y, a medida que pasaba el curso, aparecían situaciones totalmente nuevas para nosotros: papelitos en las rendijas de las paredes, posturas difíciles de realizar para ambos…El caso que después de algunas sesiones nos preguntamos ¿qué hacemos aquí? El curso quedó incompleto… Espero que Mario se acuerde de lo mucho que aprendió”.


Quiero aclarar aquí que la cosa se le puso fea a Pascual cuando pidieron que colocaran las piernas apoyadas sobre la pared y el torso sobre el piso para ¡orar!


Recuerdo otra. Cuando estábamos en tratativas con el Sr. Obispo de Concepción, Mons. Witte, para fundar una obra corazonista, fuimos a ver al famoso padre Chacho. Ahí nomás nos conminó a visitar una escuelita, donde Mario había ido a misionar con anterioridad, para visitar a la gente y rezar algo. Nos acompañó un grupo juvenil de la parroquia.


Después de la rápida procesión en honor de la Virgen María, hicimos una brevísima celebración de la Palabra y en escasos veinte minutos habíamos terminado con homilía y todo. Apenas cerramos con la señal de la cruz, los jóvenes, que eran carismáticos, comenzaron su oración a muchísima más velocidad que Mario. No quiero exagerar, pero parecía más un ejercicio físico por los eufóricos movimientos. ¡Y no concluían nunca…! Quedamos tan sorprendidos que no atinábamos qué hacer…La cara de Mario merecía una selfie (que no existía por entonces). Se lo imaginan: un librito en la mano sobre el pecho, los sorprendidos ojos bien abiertos y el mechón de pelo en la frente que iba y venía…


La devoción a la Virgen, tradicional en nuestro pueblo, también lo es para Mario y ocupa un lugar privilegiado en su vida. Además del Rosario diario, en las oportunidades que tuvo, visitó santuarios dedicados a alguna advocación a la Virgen; así sumaba a su curiosidad natural, la manifestación de una devoción tierna por la Madre heredada por sus ancestros más lejanos de Mariental en el Volga, y más cercanos, de la Virgencita de Luján.


Esta oración bien podría reflejar y manifestar con claridad su afecto mariano: María, ayúdanos a confesar la fecundidad del Espíritu en el signo de lo esencial y de lo pequeño.


Vida fraterna

Reunidos por Dios en una familia religiosa,

queremos vivir radicalmente esta fraternidad.

RDV 22


Este apartado me ha resultado sencillo. Había puesto como ideas a desarrollar: preocupación por la comunidad, sencillez y dar participación a los demás. Y miren lo que ha escrito, para mi gusto excelentemente ajustado, el Hno. Emilio:


“Querido Mario:


Alguna vez te dije que es muy difícil llevarse mal contigo, porque tienes en ti esa cualidad, muy nuestra, de la fraternidad. Hoy doy gracias a Dios por ti y por ese don que ha puesto en ti.


Gracias por tener siempre una mirada positiva, por no fijarte en lo malo, sino apostar siempre a lo bueno de cada hermano.


Gracias por esa actitud propositiva, buscando siempre cómo mejorar las cosas, cómo hacerlas más bellas y agradables.


Gracias por tu deseo de compartir, por no guardarte para ti solo tus sueños, tus proyectos o incluso tus hobbies.


Gracias por tu sencillez con todas las personas, que hace que, a tu alrededor, la gente se sienta bien y construye comunidad.


Gracias por tu alegría sencilla, por necesitar poco para ser feliz.


Gracias por tu entrega constante, llevada a cabo sin calcular costos, y sostenida a lo largo de toda una vida.


Te he dicho que es fácil llevarse bien contigo, hoy te digo algo más: es para mí muy fácil llamarte hermano”.